jueves, mayo 10, 2007

Nuevo cambio

Mi nuevo espacio tentativo:

www.leedmortales.blogspot.com

Denuestos, allá.

viernes, febrero 23, 2007

Y sí

Quizá me haya tomado la idea de que el círculo es la forma que impera en el universo. No sé. Veo un círculo en mi entrecejo y digo: quizá esto me indique una probabilidad o un pronóstico. En fin... como he decidido circular, circulearé en una página aledaña. Simplemente, por ahorrar longitudes, arrendar homonimias, etcétera.
El círculo se traslada a www.asirlaniebla.blogspot.com

Prometo escribir tan esporádicamente como a los vates se les manifestaba el hado humano (incluso por ahorrar desagrado y no incurrir en una falta de respeto al arte).

Vale, homo.

martes, septiembre 26, 2006

Necro/polis




viernes, septiembre 08, 2006

Caballero solo


(Pablo Neruda, Residencia en la tierra)

Los jóvenes homosexuales y las muchachas amorosas,
Y las largas viudas que sufren el delirante insomnio,
Y las jóvenes señoras preñadas hace treinta horas,
Y los roncos gatos que cruzan mi jardín en tinieblas,
Como un collar de palpitantes ostras sexuales
Rodean mi residencia solitaria,
Como enemigos establecidos contra mi alma,
Como conspiradores en traje de dormitorio
Que cambiaran largos besos espesos por consigna.

El radiante verano conduce a los enamorados
En uniformes regimientos melancólicos,
Hechos de gordas y flacas y alegres y tristes parejas:
Bajo los elegantes cocoteros, junto al océano y la luna,
Hay una continua vida de pantalones y polleras,
Un rumor de medias de seda acariciadas,
Y senos femeninos que brillan como ojos.

El pequeño empleado, después de mucho,
Después del tedio semanal, y las novelas leídas de noche en cama
Ha definitivamente seducido a su vecina,
Y la lleva a los miserables cinematógrafos
Donde los héroes son potros o príncipes apasionados,
Y acaricia sus piernas llenas de dulce vello
Con sus ardientes y húmedas manos que huelen a cigarrillo.

Los atardeceres del seductor y las noches de los esposos
Se unen como dos sábanas sepultándome,
Y las horas después del almuerzo en que los jóvenes estudiantes
Y las jóvenes estudiantes , y los sacerdotes se masturban,
Y los animales fornican directamente,
Y las abejas huellen a sangre, y las moscas zumban coléricas,
Y los primos juegan extrañamente con sus primas,
Y los médicos miran con furia al marido de la joven paciente,
Y las horas de la mañana en que el profesor, como por descuido,
Cumple con su deber conyugal y desayuna,
Y más aún, los adúlteros, que se aman con verdadero amor,
Sobre lechos altos y largos como embarcaciones:
Seguramente, eternamente me rodea
Este gran bosque respiratorio y enredado
Con grandes flores como bocas y dentaduras
Y negras raíces en forma de uñas y zapatos.


miércoles, agosto 30, 2006

Cadena


a las Musas olvidadas.


Parsila deambulaba contando los eslabones de una cadena. Devenía en sirena, en súcubo, en flor cárdena. Se sentó en un banco de parque. Las viejas jugaban a la canasta en un tablero de ajedrez. Los niños meditaban cómo la canica penetraría en la terrosa vagina.
Parsila canturreaba nerviosa. No veas a ese paisaje autómata. Contemos eslabones. Este es un pequeño mundo asesino.
El sudor de sus dedos titilaba. Uno, y el pánico se adueño de sus mejillas. La vista seguía posada con uñas y dientes en el primer anillo. El buitre tan temido. Uno… y cayeron las lágrimas. El llanto que ofrendaba el primigenio golpe de luz en sus ojos.
Parsila, mis mejillas tiemblan de un sudor ígneo. Quién dice eso. Parsila, no pases de ese eslabón. Tengo miedo. Miedo de pasar . Temo por nuevos escalofríos. Tengo miedo de la vida.

No llores, mezquina. Contaremos más anillas.

Dos… y tembló su cuerpo. Vio brotar sangre de sus puños. Antiguas heridas de plomo.
Rogaba el alma de Parsila. Tengo miedo del olvido, tengo miedo de que otra vez me condenen al exilio.

No implores, taimada. Contaremos más anillas.

Entre la tercera y la cuarta el abismo fue helado. Algo abofeteó su rostro hasta dejar marcas indelebles. La náusea abisal de cada día, los pulmones incapaces de absorber aluna partícula de aire para hacerla vivir.
Cinco, seis, a la séptima tremoló. Parsila, el futuro, esa gran hydra que devora nuestro presente. Tené cuidado, el después.

No me infundas horror, pitia. Contaremos más anillas.

A la octava, el vórtice de terror la inundó con una marea repelente. Su pecho era agua nerviosa. Aferró , como pudo, las patas del banco. Volvía a ser feto, no vida, no.
Me destruís, Parsila. Tengo miedo de que me lastimen. Temo. No sé ver el mundo.
Sin hilo de voz, contó nueve. Su corazón se llenó de esquirlas exangües.
Por fin he vencido, tengo miedo de todo.

lunes, agosto 21, 2006

Voz- otro escrito mediúmnico

Idem dedicatoria

La visión del golpe que le hendía la mandíbula le traspasó la médula. El dolor de la violencia , de una voz que hiere hasta cegar inauguró nuevos estremecimientos.
Nadie puede hacerme sufrir más que vos, malditos acordes que llegan a mis pabellones. Nadie puede extraerme hasta el último hálito en un filo de cuatro letras.
Seguía impertérrito a las desdichas, con una fortaleza frágil que podría derruir el viento.
¿No me recordás? Alguna vez hubieras dado tu vida por mí.
Sus labios se hincharon en una mueca de desagrado.
Ya condenaste mi ser al ostracismo, cuando hubiera dado la vida por vos.
Le dio la espalda encorvada. Demasiado era el peso de sus quimeras.
El silencio no hace más que prolongar la agonía. Si me matases, estaría mi cuerpo en paz. El alma no descansa cuando el recuerdo la persigue como lazarillo.
Como se alejara sin dar más respuesta que el taconeo de los pasos en la acera, ella saltó tratando de aferrarse a sus pantalones. Hubiera besado el alquitrán que expelía su descorazonamiento.
Al fin, la frase acuchilló el aire. Es el fin. Nada. Todo. Nada.
La postrera venganza de ella quizá haya penetrado en su piel.
La única prostituta es tu propio corazón.

miércoles, agosto 16, 2006

Ya no (Idea Vilariño)

Si los hados permiten que el destinatario lo lea...


Ya no será
ya no
no viviremos juntos
no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa
no te tendré de noche
no te besaré al irme
nunca sabrás quién fui
por qué me amaron otros.

No llegaré a saber
por qué ni cómo nunca
ni si era de verdad
lo que dijiste que era
ni quién fuiste
ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sidovivir juntos
querernos
esperarnos
estar.

Ya no soy más que yo
para siempre y tú
ya
no serás para mí
más que tú. Ya no estás
en un día futuro
no sabré dónde vives
con quién
ni si te acuerdas.

No me abrazarás nunca
como esa noche
nunca.

No volveré a tocarte.

No te veré morir.


Escrito mediúmnico (automatismo final)

Las palabras y sus alas mentirosas, imanes repelidos, cuerpos de saboreada miel , los fláccidos hímenes del corazón y todo su bagaje de puñales : afilen, rompan, despedacen.
Eros fantasmático , las elegías pisoteadas por tus pies , helados cúmulos de imágenes acordonadas por botones, hacer el amor con el delirio y perder el último halo de locura, vagar por lechos de faquires, disciplinas de acero, amar amar amar y morir cercenar derruir.
Profanar el vientre del alma y parir hijos de luto, llamar , no se hable, llamar, y el silencio que acuchilla. Llamar, para no doler, llamar , para redimir.
Si yo creí en el ondulante dios ahora me venera con una mordaza. Lamo las botas del amo que me fustiga con su látigo. Si yo amé a la náusea, vomité suicidio.
Que caigan de mi corazón todos los recuerdos para devorarme.
En el fondo de mí, zozobrará la obsesión, tu cuerpo y sus hidras me tomarán por la cintura , me invitan al abismo azul que refractan, en las propias lágrimas , mientras se desvanecen como doncellas pálidas.

Te confino al deseo.

martes, agosto 08, 2006

La tierra del olvido



El viento teje telarañas en el páramo. Entre el tolar, un poblado centenario mira la serranía. Su rostro llora hilos polvorientos de las ventanas minúsculas. Los niños tienen las caras agrietadas por fruncir el seño preguntándole al camino cuándo se acercarán los ángeles arcabuceros. No vendrán en forma de dioses, vendrán en forma de suplicantes que se arrodillarán para verles los ojos con pasmosa actitud turística , a tocar sus creaciones, a robarles el alma con un halo que lacera.
Cuando la peregrinación se arracima al poblado, niñas núbiles, muchachos en pañales, una pequeña horda azorada se acerca a los hijos bastardos de la tierra. Ellos, ahora, divertidos, vestirán las uyutas y los mantos coloridos, como un ultraje de la moda, para lucirlo en amplias avenidas pavimentadas que orlan la vida vertical .
Una madre con una criatura anudada a la manta, se acerca llevando otros hijos que se le cuelgan de los brazos. La más pequeña ofrece los tejidos de lana de llama y alpaca. Otra, lleva en su regazo un cordero de apenas seis días. Todos quieren fotografiarse con él, al módico precio de una colaboración.
Señora, deme, le doy una llamita. Tengo tres bebés. Por qué tiene tantos hijos, quién le manda. Le explico, tienen aún esa concepción medieval de que cuanto más hijos tienen más hombres para trabajar y para cuidarlos cuando sean ancianos.
La niña mira como si hubiese visto una roca. Sus manos siguen extendidas exhibiendo las llamas que cuestan un peso. Alguien pensó , al oir la proclama sociológica, qué carajo le importaba a la niña y a todo el pueblo kolla. Hacer el amor no es una cuestión sociológica. Se remontó a su propio cuerpo explorado, sin espejuelos de intercambio, pero sí con el escrutinio de unos labios que valían más que cualquier reflexión posible.
Luego del tiempo convenido, el aluvión peregrinante se disipó como se disipan las nubes en la Puna. Rápidas, con el vientre cargado de olvido. Los niños y las madres, no olvidarán, saben, con resignación, que los infructuosos papeles con direcciones quedarán sepultados por las ocupadas memorias citadinas; los ángeles arcabuceros a duras penas, en alguna reminiscencia de sus innumerables viajes, tendrán el leve atisbo de aquel pueblo que los vio partir.

jueves, agosto 03, 2006

Pura Masacre


"Parecen haberse copiado unos de los otros, yankis y sionistas, son como dos gotas de agua en su absurda concepción de la existencia. Ambos se consideran elegidos, ambos recurren a la agresión contra la humanidad , al genocidio, ambos entraron en una crisis de conciencia sin retorno , cuya conclusión será la derrota efectiva."
Imám Mahmud Husein

Condenamos vehementemente la masacre y el genocidio que el Estado de Israel está llevando a cabo en territorio Libanés.
Más allá de las palabras, las imágenes y la música completan el repudio.

Pure Massacre (Silverchair)

People dying for no reason at all
Age is no difference or if you're large or small
Families been torn apart
Doesn't have to be this way
Some people just have no heart
It's happening every day

Pure massacre
Pure massacre

Pure massacre
Pure massacre

Machine guns pumping
Hearts thumping
Death is all around
People crying for freedom
No one hears the sound

Pure massacre
Pure massacre

Pure massacre
Pure massacre...alright

There's people crying
There's people dying
But someone's taken it all

Machine guns pumping
Hearts thumping
Death is all around
People crying for freedom
No one hears the sound

Pure massacre
Pure massacre

Pure massacre
Pure massacre

Pure massacre
Pure massacre

Pure massacre
Pure massacre
It's gonna be a pure massacre



domingo, julio 16, 2006

El vacío y los besos



a Bahibak

Nuestro beso sin tregua suena a semen de pájaro. En las vías muertas, una mujer elefantiásica camina con sus llagas. Le brotan de la piel como nudos a un árbol maltratado. Nuestro beso resuena en el túnel y adquiere la dimensión del eco.
Las lágrimas ruedan y terminan por acaudalarse. Se oye el grito desesperado de la mujer que implora por alguien que la ayude a caminar. En el recinto combado no somos nadie. La palabra rompió el halo del silencio que arrastraba toda su vehemencia. Un poema resonó a lo lejos pero sus alas se quebraron contra los muros.
Las voces de horror reclamaron por una justicia que estaba lejos de este mundo. Pero seguíamos inmunes a nuestro alrededor, protegidos por un gran campo de espinas que era nuestro.
Alguien golpeó mi hombro y miró mi rostro ensangrentado. Cayó por el impacto en el fango. Miré su cuerpo cubierto. El pecho le cimbreaba en una danza ansiosa. Las huellas habían formado una maraña de pupilas.
Cuando giré la cabeza, tuve a la muerte ante mí. Los ojos se llenaron de esquirlas violentas. Mi corazón volcó toda su sangre en un recinto desconocido. Un tiovivo de círculos irregulares. El pecho desbordó de minúsculos roedores que carcomían todos mis huesos. El mundo salió de su eje y jadeó en giros de náusea. Todas las personas se aferraron a sus propios cuerpos. Caminaban en una borrachera insoportable. Grité un verbo frenético.
- Es simple transmutar una vida común y frenética en una prisionera del cuerpo, en el linde de la locura. Sólo basta con hallar el punto de vacío que se esconde entre frágiles velos. Agrietar la grieta.
El abrazo salvó mi vida de las aguas del vacío. Me daba nuevos aires, un hálito disecado. Nuestro beso sin tregua sonó a semen de pájaro.

jueves, junio 22, 2006

¡A LILITA!



Vladimir Maiakovski

a Fileo se

En vez de una carta.

El humo del cigarrillo consumía el aire.
El cuarto parecía un capítulo
Del “Infierno” de Kruchoni.
¿Recuerdas,
detrás de esta ventana,
por primera vez,
acaricié tus manos extasiado?
Hoy, sentado estoy,
Y tengo el corazón aprisionado.
Pasarán los días,
Y tal vez,
Me echarás insultándome.
Ya no entraré en el oscuro pasillo de tu casa,
Con las manos temblando.
Saldré por fin,
Y arrojaré mi cuerpo a la calle,
Salvaje,
Enloquecido,
Desgarrándome desesperado.
No hace falta eso, querida,
Mi buena amiga,
Mejor despidámonos ahora.
Igual mi amor,
Será una cadena que colgará siempre de ti, adonde
Vayas.
Déjame llorar en un último grito,
La amargura de mis quejas ofendidas.
Si a un buey lo matan de trabajo,
Se echará a descansar sobre la hierba fresca.
Para mí,
Más que tu amor, no me consuela nada.
Y tu amor ni con el llanto me otorga algún descanso.
Si el elefante busca reposo
Se acostará solemne sobre la arena ardiente.
Para mí,
No hay otro sol más que tu amor.
Aunque no sepa dónde estás, ni con quién.
Si así viviese atormentado el poeta,
Cambiaría el dinero y la gloria por su amada.
Mas para mí
No hay sonido más alegre,
Que el sonido de tu nombre amado.
Y no me arrojaré al abismo.
Y no tomaré veneno,
Y no podré apretar el gatillo en las sienes.
Para mí,
Tu mirada,
Tiene más fuerza y poder,
Que el filo de cualquier navaja.
Mañana olvidarás
Que yo te he coronado,
Que el alma florecida la he consumido de amor.
Días de trajín barrerán el carnaval desordenado,
Y las cuartillas de mis versos se perderán…
Acaso alguna vez mis páginas, cual hojas secas
Te obligarán a detenerte,
A respirar con avidez.
Déjame,
Aunque más no sea,
Alfombrar con mi última amargura,
Tu paso que se aleja.

Escrito en el año 1915.

domingo, junio 18, 2006

Bestia agridulce



Yo solo,
sacaré de mis ojos toneles de lágrimas.
Dejen que me apoye.
- ¡Y saldré, Saldré, Saldré, Saldré!
Me hundieron.
¡No escaparás de tu propio corazón!
Maiakovski

Espero que todo haya salido sigilosamente , porque si no luzbel me desollará viva.
Tenemos tiempo de coser sus ojos con hilo de seda, para que la vida no quede impregnada en las pupilas morenas. Esperemos que se haga el silencio, en este páramo fluvial en donde ya no queda nada por deshacer.
Si entra la helada por la zona del oeste, su muerte se hará cristalina, nevada. Todos los miembros se cubrirán de un nimbo azucarado. La piel que tanto ardor inflamó, que tantas veces fue penetrada , se orlará con una gélida túnica que la hermoseará. Los senos ambarinos , tan pulcro valle de corolas, el rostro sereno entre los marjales desordenados.
Parece el ángel que nos dio luz.
Tras la figura recortada por trozos de sombra, que hincada , entonaba suaves cantos funerales, el cuerpo inane destiló los últimos hilos de sangre. Su cuello torcido , cárdeno por los dedos que se habían incrustado hasta la médula, antes había sido vivaz y proceloso.
Bestia agridulce, serena, bestia agridulce te impulsó a dar muerte.
La figura seguía implorando a sus penates por el cadáver.
Calma, corría y algo atenazó su garganta. Los besos entre los juncos atisbados por la que ahora entonaba letanías.
Optó por el mutis, luego, increpó al hombre para que desistiera.
Nada desiste. Su corazón se lastimó con dolorosas palpitaciones. Un acto de heroísmo, de hembra dominante, no meditado, solo silencioso.
La niña cayó al instante, las manos adquirieron una fuerza que Juno había canalizado hacia ella.
Ahora, final , rezaba. No queda nada más por hacer si no rezar. Abandonada por la gloria, cayó en el horror.
En el rostro abultado, recorrían los surcos de las lágrimas, pequeñas escarchas del día frío.
Cuando llegó la condena, se sintió viva. Las caras inmutables escondían su alma detrás de velos opacos. Su voz prorrumpió en un grito que desbordó todo el amor en la tierra.

miércoles, junio 07, 2006

UIÓS



(Osvaldo Lamborghini )


IV

Bésame, Iocasta, un beso largo como para morirme de sed al borde
[de la fuente
Iocasta
Iocasta
Bésame
Convocada una villa/// que es soledad/// convocado un parque
Pero este parque
Suave su hierba como la cabellera que se vuelca de tu vagina,
Quizás haya todavía una posibilidad
Que degüelle castamente Iocasta
Mis imposibilidades
A ratos soy impotente
Pero quizás haya todavía una posibilidad
Quizás acostado
Yo
De espaldas
Sobre la frescura del rocío: ciertas tradiciones, ciertas lágrimas
Quizás pueda erguir mi pene hasta tu sonrisa
O quizás pueda ofrecerle mis pezones a tu sonrisa
pero no me abandones
pero no me abandones
pero no me abandones
estos pezones que me han florecido son las flores de tu camisón
tendido sobre el lecho, inviolable
viólame
Volverse
Y yo me he vuelto para ofrecerme al macho
Volverse loco es como no haber nacido
Y hasta es cómico:
Pasar del confinamiento del útero al confinamiento del manicomio

¿Pero es que estamos en Grecia, acaso
o en la Inglaterra isabelina,
acaso
con todos los ecos, las resonancias
melo
melodías
de la poesía de Shakespeare y de Donne,
o es que acaso
éramos tiernos
niños de pecho?

Pero no
Y no
Pero no
Y no
no me abandones

Hazme el don
pero también
Historia sí
Y Representación

--La mala fe no podía durar tanto tiempo, tenía que estallar
alguna vez tanta mala fe: yo no tengo ningún desorden// mis
sentidos// tengo demasiado ordenado Mi Aparato de Mentir,
otra mentira más: entonces – la militancia en el MRP no nos
estaba sirviendo de mucho-entonces es muy serio: estoy en-
fermo.

Y tataré ahora de interrumpir lo menos posible mi diálogo con
vos, Iocasta: dame un beso /// no he podido dormir esta noche
como el coraje de todas las noches //// historia --------------his-
teria y representación///he llorado ante la mañana que ya está
aquí, he babeado babas sobre el teclado de esta máquina de
escribir padre de la música--------- la mañana---------------------
--------que no, no es un mañana, no es un porvenir!!------------
--------sólo una luz y el ruido de los albañiles: Iocasta: me
lanzaste de la humedad de las mil lenguas rosas que hay en el
interior de tu vagina// a navegar // navegar en un mar de excre-
mentos---------------rayas---------rayas para contar los días------
----------¿qué fecha es hoy?-------------rayas: histeria y represen-
tación-----------------rayas: el mar es de excrementos
RAYAS
RAYAS
RAYAS

Osvaldo Lamborghini, hoy, 12 de febrero de 1969

lunes, mayo 22, 2006

Nebula




( per sú)

Haec metuo equidem ne sint somnia – Cicerón
(Temo ciertamente que estas cosas sean sueños)

Una fe gastada en los pasos de los transeúntes, atisban vidrieras con túmulos mutilados. La calle marea fétida, trastrocando el encanto de las miradas filosas. Por el teléfono, pergeñaban salidas en un carruaje amarillo negruzco para dar vueltas alrededor de las plazas. La triste Bovary y su triste amor de cabellos morunos, perfilándose entre el azul de las bocinas. En conciliábulo mudo, sin prurito de morir o matar. Entonaban nanas que erizan los cabellos de la nuca. Cantilenas spleenéticas que balean al imposible flaneur y musitan Quisiera ser tu predilecta almohada.
Entre los mantos, se yerguen los hijos que nunca parieron . La carne fornica con las letras y el semen es salado. Sangra. La voz herida tiene compases errantes donde de noche apoyas tus orejas.
El miedo en el proscenio. La prostitución del alma tan afianzada a una saliente del cuerpo. El límite en un vagón de subterráneo .
Los perros huyen de tu sueño: dormida o desvelada, alguien que no trató de ser amada.
Craso amor, que todo lo roes,jaula sin hendijas. Siempre carmesí, la flor rota en un pasillo, siempre en un ángulo oscuro. Huir de la ansiedad que está en mis quejas. La impaciencia en los rostros iguales, la impaciencia del rostro amado. Poder a veces ser lo que soy, nada. Los capullos se desgarran en los dientes del aire. Fatales, las paredes del muro tienen la marcas de las palpitaciones.
El espejo a traición clava realidades entre los párpados. La mentira despiadada que agoniza entre sus brazos. No tener nunca miedo de perderte. Seguir impíos en el camino que va perdiendo su huella fangosa. Morir de tristeza, de deseo. La casta defunción de los abandonados que prefieren morir por no sufrir, y que no mueren.
Abandonados por toda clarividencia de ser iguales.

jueves, mayo 04, 2006

Unidad en ella


La voz augústea declamaba contra las paredes una vieja historia de lenguas sistematizadas. La voz augústea modulaba finamente una nana fútil, en una sinfonía de raros matices. Las notas herían cernidas por un vidrio invisible que nos desviaba de la tierra. En la mente los pensamientos flujeaban hacia una desembocadura incierta:
La Glosemática de Hjemslev es una escuela formalista. Intenta hacer un enfoque lógico de la lengua , que en cierta medida va a ser funcionalista en un sentido disímil al de la Escuela de Praga. Hjemslev plantea un enfoque inmanente del lenguaje (…) – la lapicera trastabillea con un anónimo abismo - una ráfaga descolorida de sol opaco quemó en mis ojos la sensación física del mirar, el sopor(…) la escuela de Praga trabaja la línea comunicativa, esencialmente (…) cosa arrojada a un rincón , trapo caído en el camino, mi ser abyecto ante la vida, finge que no lo es, la Glosemática ve las relaciones entre los elementos, y en cuanto termine el día un surco de fuego habrá sombreado mis muslos…
Desde afuera una sagita rompe los cristales con su fragor. La voz augústea lucha por mantener el recinto fuera del alcance enemigo. Infructuoso destino. Las palabras toman un calibre fantasmático, merced de los otros invasores: boludo, anoche me puse en pedo y el distribucionalismo es una perspectiva teórica con otras dimensiones, me quiero ir a la mierda, ¿qué hora es?, viene de los trabajos antropológicos de Worf, Sapir y Boas, vos ya pintaste ese lado, dame el rodillo, crash, bum, lento deslizar de la brocha áspera.
La primera edición es de un terror sarcástico ante la vida de la botella que me rompió en la cabeza el pelotudo.
La voz augústea mira desesperada, buscando asilo, su estandarte cae al suelo y acaba por destruirlo todo.

viernes, abril 21, 2006

Préstamo elegíaco


Elegía (Federico García Lorca)

Como un incensario lleno de deseos,
pasas en la tarde luminosa y clara
con la carne oscura de nardo marchito
y el sexo potente sobre tu mirada.

Llevas en la boca tu melancolía
de pureza muerta, y en la dionisíaca
copa de tu vientre la araña que teje
el velo infecundo que cubre la entraña
nunca florecida con las vivas rosas
fruto de los besos.

En tus manos blancas
llevas la madeja de tus ilusiones,
muertas para siempre, y sobre tu alma
la pasión hambrienta de besos de fuego
y tu amor de madre que sueña lejanas
visiones de cunas en ambientes quietos,
hilando en los labios lo azul de la nana.

Como Ceres dieras tus espigas de oro
si el amor dormido tu cuerpo tocara,
y como la virgen María pudieras brotar
de tus senos otra vía láctea.

Te marchitarás como la magnolia.
Nadie besará tus muslos de brasa.
Ni a tu cabellera llegarán los dedos
que la pulsen
como las cuerdas de un arpa.

¡Oh mujer potente de ébano y de nardo!
cuyo aliento tiene blancor de biznagas.
Venus del mantón de Manila que sabe
del vino de Málaga y de la guitarra.

¡Oh cisne moreno! cuyo lago tiene
lotos de saetas, olas de naranjas
y espumas de rojos claveles que aroman
los niños marchitos que hay bajo sus alas.

Nadie te fecunda. Mártir andaluza,
tus besos debieron ser bajo una parra
plenos del silencio que tiene la noche
y del ritmo turbio del agua estancada.

Pero tus ojeras se van agrandando
y tu pelo negro va siendo de plata;
tus senos resbalan escanciando aromas
y empieza a curvarse tu espléndida espalda.

¡Oh mujer esbelta, maternal y ardiente!
Virgen dolorosa que tiene clavadas
todas las estrellas del cielo profundo
en su corazón ya sin esperanza.

Eres el espejo de una Andalucía
que sufre pasiones gigantes y calla,
pasiones mecidas por los abanicos
y por las mantillas sobre las gargantas
que tienen temblores de sangre, de nieve,
y arañazos rojos hechos por miradas.

Te vas por la niebla del otoño,
virgen como Inés, Cecilia, y la dulce Clara,
siendo una bacante que hubiera danzado
de pámpanos verdes y vid coronada.

La tristeza inmensa que flota en tus ojos
nos dice tu vida rota y fracasada,
la monotonía de tu ambiente pobre
viendo pasar gente desde tu ventana,
oyendo la lluvia sobre la amargura
que tiene la vieja calle provinciana,
mientras que a lo lejos suenan los clamores
turbios y confusos de unas campanadas.

Mas en vano escuchaste los acentos del aire.
Nunca llegó a tus oídos la dulce serenata.
Detrás de tus cristales aún miras anhelante.
¡Qué tristeza tan honda tendrás dentro del alma
al sentir en el pecho ya cansado y exhausto
la pasión de una niña recién enamorada!

Tu cuerpo irá a la tumba
intacto de emociones.
Sobre la oscura tierra
brotará una alborada.
De tus ojos saldrán dos claveles sangrientos
y de tus senos, rosas como la nieve blancas.
Pero tu gran tristeza se irá con las estrellas,
como otra estrella digna de herirlas y eclipsarlas.

(Diciembre de 1919)

domingo, abril 09, 2006

CERRADO POR DUELO
(POR TIEMPO INDETERMINADO)

martes, marzo 21, 2006

Umbra



Su sombra cruza” (Aleixandre, Olvido)


Te condeno a ser sombra” , masculló la voz altisonante . La sentencia la horadó.
La sombra meditó sobre su cuerpo evanescente, el latido tenue del corazón como una flama oscura y turbia. El magnetismo de la identidad movido por hilos temibles. La dependencia fútil a un cuerpo ignoto. Un cuerpo que jamás podría ser el suyo. Imaginó la voz reducida a un eco lastimero y lejano. Su apariencia parasitaria. La vida en el subsuelo.
Un día, se le presentó la materia. Un impulso la llevó a sus pies. Ahora era diurna, víctima del sol, de las luciérnagas, de los centelleos, un artificio de la noche. Por las aceras, oscilaba al antojo de un péndulo infausto.
Sorbida en la forma, moldeada por un orfebre despótico repudió aquella cópula inútil. Deseaba una vida independiente.
La sombra , acorralada, decidió morir. Intentó encerrarse sobre sí misma, pero su piedra la arrancó del letargo. Una inexplicable fuerza la oprimió. Seguía adherida.
A fuerzas de asfixiar, resquebrajó la maqueta. Los trozos cayeron huecos, los ojos, vacíos . Toda su extensión anegó aquellas venas hasta que brotó la ceniza.

miércoles, marzo 08, 2006

Arabescos



a Afekrishalehou

Traza un círculo. Traza un romboide. Traza bisectrices. Raya. A lo lejos, el croar de las galletas. A lo cerca, el crujir de la seda. El té humea y el viento vuelve al humo cimbreante. La tía cuando camina por el sendero de barro cimbrea sus caderas antiguas. Tiene las articulaciones entumecidas por coser en su silla de pana roja. Traza . Raya. Traza. La revista Labores tiene olor a humedad. Deseaba los vestidos acampanados de los años felices y los maquillajes tersos. El té tirita por un mal movimiento. El olor a membrillo mancha los dedos y la ropa. Los ojos están muy por debajo de las faldas. Las pestañas inocentes tienen gruesas legañas por malos sueños. La señora lee un libro de frases . A veces, les dice apotegmas. Bias de Pirene y los seis sabios, desechados. El sintagma es bello , pero no por los arabescos que teje en la página. El sintagma es bello por los arabescos que teje en las cejas. Gira los ojos contemplando el himen del globo ocular. Ciega como el poeta. Tiene los dientes encimados, en una línea ondulante. La voz suena como un gozne mal aceitado: "soledad: qué eufemismo para encubrir un estado indigno".
Su cabeza cae derrotada. No entendemos si ha muerto o está en estado letárgico. La tía a veces no se entiende.
La voz rebota contra la pared blanca. Potentemente, la bala se incrusta en las sienes.
Todos se interrogan por qué se sienten tan abatidos. Los ojos legañosos, gimen. No hay sangre, solo agua turbia.

sábado, marzo 04, 2006



Leopoldina

El comisario retirado volvía a golpearla. Duro. Silente. Golpeaba como golpeaba a los reos de su barriada. Golpeaba como golpeaba al ganado. Golpeaba como golpeaba a Palmira, su mujer estéril. Golpeaba y Leopoldina aguantaba. Leopoldina tenía el cuerpo cosido a vergajazos de cinto. Soportar al déspota. Soportar hasta que el día se entreabra.
Los recuerdos de su madre venían nubosos. Recordaba cuando ella se lavaba cerca del marjal a la vista del comisario. Recordaba al comisario tanteando los pechos desnudos de su madre. Desde su alma, la rabia infectaba sus venas.
La remembranza de su vida núbil arrasada, le fulminó el pecho. Otro latigazo la abatió. La madre huyendo con el austríaco. Ambas desoladas, barrosas, llorando a la vera de la casa , en el medio de la noche.
Leopoldina mira las venas de la lluvia por los vidrios estrechos. En sus oídos, aún resuenan los golpes. La mano amoratada, recorre el curso irregular de las gotas. Alguna vez esas lágrimas llevaron su sangre, cuando era fuerte.
Las chispas siguen un curso ramificado, desaparecen. Son devoradas por la cruel superficie . Otras nacen del cielo y vuelven a morir. Implacable, el trueno rompe con el diapasón del llanto. Afuera, el muelle soporta. Impertérrito. Soporta los gigantes sollozos. Soporta la intemperie y la población de insectos que se dispersa.
Él vendrá a oprimirle el pecho. Lo intuye. Acudirá a tomar su garganta. Su hermana dará vueltas en la cama, y se tapará el rostro. Formará un recinto combado.
Las paredes de cal desvaídas, las maderas de pinotea, el cielo raso entreverado de vigas laten como un pecho agitado. Sentada en el catre, los ojos resplandecen. Siente sus pasos por la galería. Piensa en la noche estrellada de las chapas. Piensa en sus correrías de niña. Repentinamente, las sucias manos le tocan los pechos, se arrastran por su vientre , desembocan entre los muslos. Ya no oye los jadeos. Toda la tempestad ha pasado. Su vida tornasola.
La noche es una oscura luciérnaga.

lunes, febrero 20, 2006


Alejandrina

a L

El día en que ella nació el sol estaba pegajoso en el cielo isleño. Las pieles se cubrían de un sudor denso, aglutinado. Los hombres de camisa raída esperaban a la salida de la casucha de fachada herida por los vergajazos de las sucesivas inundaciones. La mirada de aquella muta indolente se perdía entre los álamos de la ribera.
Carolina Seybold pujaba con una fuerza tremebunda; su físico robusto de holandesa serpeaba vertiginosamente. Por entre sus piernas, apenas la cabeza era un punto sangriento. Los muslos impregnados de una humedad mórbida temblaban a cada nueva puja. El tiempo se desgranaba por un terreno sinuoso y agudo.
Luego de tres horas de esfuerzos, la nueva vida fue expulsada de aquella vagina abismal. La partera sacudió a la recién venida y la madre, extenuada y lívida, plañó en un confuso español:
- Herman, la nena nació.

Seybold, perezosamente, machacó su cigarro entre la hierba espesa. Hizo un ademán a sus compañeros y entró en la casita. Carolina tenía a la niña entre sus brazos. El padre apenas las miró de refilón. Luego, agitando los brazos como si lo acometiera la languidez, salió sin decir palabra.
La niña crecía sana. La llamaron Alejandrina. Se destacaba por su virginal hermosura. Ojos enormes y azulinos, cabello rubicundo, piel de porcelana. Su tiempo se sucedía en diversos juegos con su hermana Lysselote, un poco mayor que ella. Los escondites en las zanjas poco profundas, en los albardones, entre los juncos y pajonales eran sus divertimentos favoritos. A veces, Alejandrina prefería la pesca, otras, derribar nidos de boyeros.
Su padre jamás estaba en la casa, porque trabajaba lejos de allí, en el Uruguay. Lo conocía muy poco. La madre , impávida, pasaba largas horas junto al bastidor y la cocina.
A sus dieciocho años, cuando la familia pensaba en casarla con el joven Montes de Oca, Alejandrina enloqueció. Muchos conciliábulos se sucedieron para descubrir la causa de su mal. Infructuosos conciliábulos. La marea de la locura la ahogó sin desencadenante aparente, impía y descomunal. El duelo se apoderó de los Seybold , anonadados ante el hecho repentino.
La jovencita deambulaba todo el día , con los ojos desorbitados. A veces, se encogía como un feto y nadie podía sacarla de ese estado. En ocasiones, estallaba en paroxismos increíbles, que la conducían a agredirse a sí misma.
Finalmente, fue confinada a una de las habitaciones de la casa. Allí pasó el resto de su vida. El cuarto era el más acogedor y luminoso. Todas las tardes, Carolina y Lysselote le servían el té . Hablarle era en vano. Nada parecía comprender.
Las visitas que traían niños pequeños eran evitadas ya que los párvulos vouyers pasaban la tarde espiando por el mosquitero de la pieza de Alejandrina. La veían resollar, sola , recortada su figura por el sol. Su figura de luto. Cuando percibía que la miraban, gruñía. El grito era una triste monodia que invocaba a su hermana Lysselote. Su voz agria chocaba contra las escuetas paredes, en un eco desolado.
Alejandrina intercaló sueños entre los velos opacos de la locura. Sueños indiferentes e incomprensibles para el resto de sus parientes. Soñó con desfilar por el pasto verde en la primavera. Soñó con remontar el Brazo Largo en un guigue añejo. Soñó con recorrer las villas vecinas en busca de flores secas y de hierbabuena. Soñó con un amor árabe que le regalara sus besos entre sábanas verdosas. Soñó con un hombre que le leyera historias fabulosas mientras mecía sus cabellos. Soñó. Soñaba.
En las tardes más tórridas, la veían gesticular torpemente contra el muro desgarbado, inmersa en su tiovivo de fantasmas.

domingo, febrero 05, 2006

El judezno

a L



El judezno leía un devastado libro sobre la bilis negra. Su nariz angulosa, con innumerables petequias, le otorgó a lo largo de los años un aspecto de beodo irremediable. Sus bastas manos coleccionaban cicatrices de todo talante y mueca. En su pequeño banco de mimbre, adquirido hacía eones por su familia infiel, su tambaleo se hacía persistente a pesar de la pequeña osamenta.
Su humilde pocilga era por todos los recovecos triste y desolada. Los ángulos oscuros de su único salón, jamás habían visto siquiera el destellar de una humilde estela. El piso agrietado y ronco, no habían escuchado otra monodia que no fuera la de las suelas del judezno, siempre ahogadas por el llanto. La vida pergeñada por el dolor. La soledad mustia de sus años siempre muelles, siempre monocordes, siempre ausentes, le había inyectado las venas de una indolencia que desesperaba , y en ocasiones de vendaval viraba hacia el límite de la muerte.
El judezno, perpetuamente al margen de la sangre de la ciudad, se sentaba cada mañana a leer algún libelo regalado, o simplemente, a mirar sin destino fijo. En oportunidades, sus lágrimas dotaban al paisaje de múltiples prismas cristalinos. Empero, jamás hubiese deseado otro estado que no fuera aquel. El sopor y la soledad lo habían contaminado de tal forma, que una brizna de aire soleado lo hubiese pulverizado.
Una vez, la casa vecina, deshabitada desde hacía años, carcomida por la humedad, vio en sus aceras a un nuevo integrante. La mimesis del nuevo ser con la podre del habitáculo pasmaban. El judezno y el intruso sólo se miraron de refilón.
Las costumbres del extraño eran singulares. Sus palabras, ininteligibles para el mísero judío. La vida del nuevo sujeto se circunscribía a leer un pequeño mamotreto y a gruñir con voz hosca:
Cuando bebí de él sabía más amargo que la amapola. Y una nube negruzca envolvió mi cabeza, las cristalinas lágrimas de ángeles malditos”.
El viejo optaba por ignorar a aquel interruptor de su silente existencia. Hubiera deseado extirpar de esa casucha a aquel ser de estridentes gritos. Por días, desaparecía. Sin embargo, siempre retornaba con sus alaridos desgarradores a enturbiar esa atmósfera de desolación solitaria: “Refuljan, estrellas, en mis abovedadas cejas, mientras en la noche apenas tañe el corazón.”
Y luego de la agitación, escondía su rostro inescrutable entre las lisas manos y gemía largamente.
Excepto el viejo judezno, nadie parecía percibirlo. Los pocos transeúntes que recorrían la barriada vetusta, ni siquiera reparaban en él. Solamente el anciano había sido perturbado por aquella presencia insólita, cuya única actividad aparente era sentarse en una silla de madera ajada y gritar frases inconexas. En horas de desvelo, el judío se preguntó quién era, cuál era su oficio, quiénes sus allegados, por qué se obstinaba en vapulearlo con esa voz que penetraba todas las paredes de su casita como si fuesen invisibles.
La última vez que lo vio, el extraño se había acercado a él. Su cuerpo parecía leve, casi imposible. El intruso , con paso tambaleante, se aproximó a la horrenda cara del judezno y con la boca extremadamente abierta , vociferó: “Hiere, negra espina”… negros abetos se quebraron en la tormenta nocturna, la fortaleza escarpada... Oh, corazón que pasa brillando hacia un fresco de nieve…”. De sus ojos ausentes manó una última frase: “la triste felicidad”, luego, desapareció.

domingo, enero 29, 2006





Escena cotidiana ( en tiempo ignoto)

“¡Abajo el betún!"


-Señora Égica , tenga la amabilidad de sentarse a mi lado a saborear unas crocantes galletitas de jengibre que yo misma no preparé.
- Están bastante picorosas, no me gustan, señora Ataúlfa. Son deliciosas. La felicito.
- Vea, señora Rodriga, ¿qué piensa de mi nueva decoración hogarosa?

- Es fideosa en algunos sitios. Las paredes lloran por los gases. Me gustan mucho los tirabuzones.
- Vea, Señora Sisenarda, ¿qué piensa de mi nueva decoración hogarosa?
- La veo mal, mi presbicia me lo permite todo.
- Sírvase de mi té, señora Almonda. Sírvase de mi té, señora Tulga, Liuva, y todas.
- Y si tiene cianuro?

- Morirá como muchos puetas.
- Yo no soy pueta, soy una persona normal.

- A veces yo me llamo a mí misma cuando estoy bañándome.
- Ayer fui a comprar unos alcauciles para hervir
- Y mi pequeño canario es amarillo
- Estaba tan enferma de viruela , que la cara era un maíz.
- Mi marido se murió pero no tenía amantes. Mi pobre Recaredo ¿Les gusta su retrato de jovencito? ¡Qué mozo era!
- Me estoy quedando sin dientes.
- Yo tenía un perro que se llamaba Leovigildo, pero tenía tanta sarna que escapó hacia Navarro. Cuando fuimos en auto con mi vecina Wamba , nos equivocamos de ruta. Fuimos a San Pedro a comer naranjadas.
- Pero también estaba en la esquina con el bife en la bolsa de consorcio. Esa me va a oir. No barre las hojas y tapan todo el desagüe. Todo…

- Esto es imposible.

Y silenció el vaho de una premonición.

sábado, enero 21, 2006


EL HEAUTONTIMORUMENOS

a BL

“Soy el vampiro de mi pecho…” (Muchas veces me he suicidado por ir en contra de mis deseos). Cae la lágrima en el papel impreso. No interesa la sintaxis. Pura, tu mirada, desde el alfeizar, se posa en las manos desgarradas.
“Te golpearé sin cólera y sin odio, ( en el medio de la vida, en el borde del margen), y de tu párpado haré para saciar mi desierto brotar el agua del dolor”. Reinar por el amor, no por el terror. Sabemos que la felicidad es dolorosa. El semen es sangre. Los vaivenes son tormentas. (La paz está en tus tetillas).
“Ese veneno es mi sangre. Soy el espejo siniestro donde la arpía se contempla”. La sangre fue inyectada por el Leteo. El espejo cubrió su faz somnolienta con tu rostro, la arpía se desangra a la vera del tálamo.
“Soy el verdugo y la víctima”. Amar es ser verdugo y víctima ¿Qué patíbulo más bello?
El estilete cae en la página. Terencio, Baudelaire juegan en sus míseras habitaciones con sus tablillas y estilos. Sus miradas de derrota impregnan de humedad los espacios.
Heautontimorumenos, el que no se entrega al amor. Heautontimorumenos, el que al amor se entrega.
Nació entre las piernas, la lumbre del cuerpo. Indolencia, spleen, mueren acribillados en un retazo de nieve. Sus falsos acordes, sus sirenas, tienen un suave vaho hedoroso, parecido a las estrellas extintas.

martes, diciembre 27, 2005

Filius, mater et spiriti sancti

Añicó el papel con turbulencia. La plegaria se confinó en su acordeón de sintagmas falsarios. “Necesito de la muerte, por favor”. Gime sobre las polleras rancias de alguna virgo olvidada. Los ojos del ícono revelaban puntillas de ex agua barrosa en las mejillas marfil. “Necesito morir”. Tras una puerta, otras imágenes mortecinas giraron sus rostros arcillosos de ocres colores hacia allá. “Me ignoran, libertad”. La circunferencia del rostro se llenó de sombras. “Libertad, me ignoran”. La virgo perversa se subió la pollera y mostró su apócrifo himen carmesí. “Libertad, me atan”. Las estatuitas de la otra puerta tenían muecas en las bocas de dientes de madera. Los ojos de la doncella se posaron en la verga del santo vecino. “Soledad, libertad, conjuran contra mí”. De las manos de la plegaria fragmentada salía sangre púrpura. “Me atan, libertad”. Las miradas de los íconos apresaron su garganta hasta destrozar la glotis. La punza traspasó las vértebras. La boca escupió tanta sangre que manchó las paredes, el cielorraso de rocallas y mutiló todas las cabezas de los santos dioses. Todos cayeron decapitados.

viernes, diciembre 23, 2005


La escalera

“´Talia saecla´ suis dixerunt `currite´ fusis concordes stabili fatorum numine Parcae » .
(Virgilio, Égloga IV)

Colocó la flamante escalera en aquel sitio esplendente y subió con todo su leve peso. Se deslizaba maravillosa e ingrávidamente, zigzagueando con su etérea figura de gacela.
Los pasos resonaban con una música lene, dúctiles a las modulaciones de sus piernas majestuosas.
Los peldaños de tersa madera, recios, miraban su entrepierna entre embelesados y trémulos por el húmedo fuego (roscida mella) del claro.
Arriba, la esperaba. El rostro resplandecía, iridiscente. Sus manos colosales y tórridas la ciñeron por la cintura y se aferraron herméticas. Por otra parte, sus manos pequeñas lo tomaron del rostro y se besaron largo tiempo, luchando por unir sus espléndidas carnes.
Todo dolió.
Una vez retornó. Sus no ojos no jubilosos solo emitieron un no tenue no fuego. Aquél no ámbito no joven se reveló no radiante. Su no leve peso dificultaba sus pasos que rechinaban con una no lene no música , no dúctil.
Divisó la escala no tersa, no joven , no inerte a la acción de la podre. La corrosión la había orlado de no bellas perlas negras.
Considerando nada (nada) posó sus no etéreos pies sobre el no primer peldaño que emitió un no muelle grito. La estructura no firme sufrió sus no primeros temblores de fiebre. No vaciló y continuó no bajando. Al llegar al no final de la escalera no diáfana, su no ligero cuerpo se movió no sacudido por todo el estandarte. Las maderas no seguras crujieron no apagadas y todo se partió y cayeron los tres al no suelo no espejado.
Por sus bocas, la sangre manó alocada.

lunes, diciembre 12, 2005



NEPENTA

La nepenta de las selvas es una planta trepadora , cuyas hojas forman una cavidad provista de una tapa de colores muy vivos. Las hojas de la nepenta segregan sustancias muy dulzonas; los insectos que se acercan a ella quedan aprisionados por la tapa, que se cierra al menor contacto”. ( De plantis)


“No sabés, Cholita… El Juancito, viste, el hombre ese, que tiene la casita enfrente de la verdulería de Cacho, el otro día estaba con una jovencita , muy mona ella, con uno de esos vestiditos de macramé y arriba una chaquetita rosa. Para mí que es la amante, porque venían muy juntitos… hasta entraron el casita de él. Yo no sé , me parece que hasta hace poco andaba con otra. Yo los veía desde mi ventana, cuando tomaba mate por la tarde. La Rosita, que viven en una casa vecina también oyó gritos adentro. Este Juancito es un caso perdido, yo no sé qué pensar con un vecino como ese, que trae tantas mujeres. Desde que la esposa está en el interior ya no es el mismo. Igual, hay que callarse la boca”.

Comadres, plañideras, éstriges, parásitos que se alimentan de retazos de historias ajenas para llenar sus vacíos estómagos, sus vacíos retazos de historias, cuyo placer más dilecto consiste en extraer sillas de sus cuevas a las aceras devastadas y pulcras por mil escobazos a las siete de la mañana, con una pava herrumbrada en una mano, y un mate de plástico verde, o astillado o de metal, o de porcelana con alguna leyenda de balneario.
Instantáneamente, inician el rito de la libación, y con sus estambres pringosos, y su aspecto vegetal, aferran al hombre libre que se les aproxima con saludos. La productiva ronda carnívora, útero y semen de historias rosas, asesinas, urticantes, termina de disecarlo.
El referente, esquivando infructuosamente la trampa, muere baleado por las miradas inquisidoras de las gorgonas, que desde su vereda impasible, único espacio del universo, lo miran equinamente con las víboras de sus cabellos domadas por multicolores ruleros y una tela de red.
A veces sacan sus tejidos, y como vetustas Penélopes tiñen al privado de su privacidad de sus más recónditos deseos de mujeres insatisfechas. Porque en el pecho de Doña A, o de Doña B, bulle el ardor por extender sus piernas en torno del torso de Juancito, bulle el ansia de convertirse en una ignota Emma Bovary, bulle el afán de extirpar esa vida vacía, condenada a la simpleza.
Y cuando viene el fresco de la noche, las sillas siguen atadas al mismo suelo y el conciliábulo se diluye por unos instantes, en que las participantes y los participantes son engullidos por sus grutas de mobiliario pegajoso y cubierto de nailon amarillento, y cuadros con un payaso que llora y una bailarina extática en su baile luctuoso, para luego salir con un abrigo hasta que las velas no ardan, y hasta que hartas de sangre ajena, se retiren a invernar.

miércoles, noviembre 30, 2005

Maremagnum (la bacanal)


Maremagnum ( la bacanal)

la servilleta a guisa de capote , el camarero lidia el humo de los cigarros y la voracidad de la clientela” (Girondo, Calcomanías)

La anciana de grises cabellos y ojos azafranados , munida con una bandeja atiborrada de langostinos, ostiones y cornalitos fritados se abre paso , dificultosamente, entre los múltiples comensales. Su paso de quelonio, embrutecido por su giba, hace que su cabeza mire al suelo, y que la plateada y cachada bandeja, amenace con caerse. Vade retro para los posibles miradores absortos, de grandes arroyos de fina baba, de la gran masa marina que bambolea sobre el platillo.
La mujer de cuello de jirafa, camelopardalis, y de aros concéntricamente inmensos. Pletórica en su vestidito amarillo patito tachonado de millares de lentejuelas al tono, mira sus senos pequeños y los compara con la obesa joven de generoso escote que espera en la fila de las pastas. Su rostro está teñido de molestia. La envidia pasa como un peatón inquieto y se bambolea al ritmo de los senos gigantes.
En otro sitio, cercano a una parrilla pringosa en donde se exhiben ciertos trozos descuartizados de los cadáveres vacunos, dos hombres embarazados pelean por una tira de asado. Sus bocas gruñen en un tono somnoliento y alcohólico. El calor que mana de la empotrada parrilla, los brota de lágrimas de sudor. Otras pequeñas magnas lides se suscitan por detrás de ellos.
Dos jóvenes anoréxicas luchan por los últimos bocados de sushi y sus miradas tienen una languidez erótica. Las tenazas minúsculas en sus manos pequeñas amenazan con oprimir los pezones de su rival, en una lucha descarnada.
Una niña obnubilada por todo el banquete, entra en éxtasis místico y su cuerpo se paraliza, ante las palabras quejosas de los comensales que batallan por hallar un trozo de comida en los stands.
Las mesas , repletas. Homos et mulieres consubstanciándose con fideos, arroces, mariscos, carne. Un pequeño ostión devora los labios de una mujer ataviada con ropa de adolescente. Un hombre sin ojos, tienta los camarones. Un niño cuya nariz fue mordisqueada por el salmón rosado, llora desconsoladamente.
Los camareros , embutidos en trajes de irrisorios colores, cargan en sus bandejones torres de Babel de platos demacrados, sangrantes. Uno de ellos lleva tentáculos de verdes botellitas, que le crecen de los dedos.
Los gritos van in crescendo , al ritmo de la bebida y la ingestión desmesurada. Algunos establecen pequeñas discusiones pecuniarias, otros, se duermen sobre las sillas. Amable triclinium. A veces, alguna persona, fuera de sí, mira alrededor.

jueves, noviembre 24, 2005



Anfisbena

"La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano. la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela."(Cortázar, "Continuidad de los parques")

“Pero cuando deseo leer, nadie debe interrumpirme. No podés entenderme, parece que hablo con la pared… Te dije por enésima vez que no entres en la biblioteca mientras leo . Yo lucho mucho por mi espacio y lo violás deliberadamente”
La puerta se cerró estruendosamente. Los goznes chirriaron agudamente, en medio de un espantoso estertor. La lectura moderna es solitaria, masturbatoria. A veces hay algún primitivo que osa entrometerse en esa soledad combada que forma un campo ajeno a todo lo externo.
Sus rictus tan cotidianos, el estiramiento de la espina dorsal, la elongación de brazos y el sonido de falanges entrechocarse. Leer es todo un rito. Una nova ceremonia iniciática.
En el anaquel más alejado de aquella habitación en penumbras, había un libelo abandonado por todas las memorias. Un resorte invisible lo impulsó hacia el ejemplar. Apartó las Eglogas del virginal, aquellas en que las Parcas decían a sus husos : “Currite.”
El lomo estaba desgastado. No recordó la adquisición de aquel volumen. Quizá era un mero obsequio de parientes extravagantes. O quizá lo había robado de alguna librería vetusta, polvorienta. O quizá, bah…
La tapa estaba forrada de una incierta tela verdosa, manchada por el moho que poblaba su refugio. Ningún título ostentaba. La telilla estaba desnuda y mancillada por los gérmenes.
Para leer, encendió una lámpara que dio exactamente en su rostro. Sus pupilas, azoradas, disminuyeron raudamente.
Se reclinó en su sillón dilecto y se entregó a la lectura. Lectura profunda, plagada de apasionamiento. Se diluyó en las letras. La sombra de los dos cuerpos flameaba en las paredes blancuzcas, despojadas.
El libro temblaba a veces, en su mano. Se estremecía como una fiera que repentinamente hubiese despertado de su cruel letargo. Sus dos hemisferios de papel, repletos de ilustraciones y letras iban acercándose hacia el pecho del hombre y se retraían, al ritmo de los brazos. A veces, llegaban a mimetizarse.
Cuando llegó a un punto de la lectura, su cara se pasmó ante cierto pasaje. Un golpe o quizá la oscuridad blandida por un puñal desconocido. Una ruptura vítrea. Hubo un estruendo seco. Algo cayó.
La inscripción en la página: “Amphisbaena (Fons: “Pharsalia”, Lucano): la anfisbena es una serpiente de dos cabezas. Una de ella se encuentra emplazada en la posición normal, mientras que la otra se encuentra al final de la cola. Por lo mismo, puede desplazarse en ambas direcciones, y he aquí la razón de su nombre, pues se trata de una bestia ambigua. Sus poderosos ojos brillan como una lámpara.
El arte de la anfisbena consiste en el engaño y la falacia, atrae a sus víctimas mediante ardides y luego, las devora.”
Meros accidentes de lectura.

martes, noviembre 15, 2005


Abismo
(Esquivando baches)

“¿Eso que ves ahí?... ahí, en la verdulería…es un nabo. Ahora no se comen mucho los nabos.”
Cuando el mancebo asintió desganado, autómata, apoyando su pelo torvo contra las ventanillas rayadas del ómnibus, la vieja morisca, de caderas anchas de tanto parir hijos, reclinó su cuerpo de madre tierra hacia la delgadez extrema de la osamenta del muchacho.
“Sabés que me acuerdo de cuando vivía Perón… Uh, hoy hace un mes más que se murió Evita. Si los hubieses conocido, como yo… ¡Qué época!”
El hombre joven, ausente. Su mirada hermética recorría la anatomía vetusta y remendada de los asientos de cuero. El último objeto de su enfoque era la anciana que a su lado, parlaba como los solitarios en un advenimiento de verborragia, cuando fablan con interlocutores inanimados.
“…Pero el médico me dijo que me tenía que operar la cadera, porque viste, los achaques de la edad…uh, querido, cuando uno es viejo… la María me va a cuidar, porque vos no me venís a visitar nunca. Le voy a decir a tu papá que me compre los remedios.”
La mirada quemante del párvulo pariente lanzó rayos incineratorios a aquella mujer que parecía el útero de los dolores y los recuerdos ajados.
“Dejame de joder”. Trinomio infructuoso, homo spleenético. El vértigo del abismo que repulsa. Repentinamente, la carcasa del colectivo se movió sacudida por el golpe.
“Ayudame a levantarme, ya vamos llegando…¿es esta parada? Voy a preguntarle al chofer…” .
“Falta , señora, ya me preguntó diez veces, siéntese”.
El joven , crispado, optó por intentar dormirse. Otra vez sintió el vértigo del bache que el ómnibus no esquivó.
“esa es la casa en que vivíamos cuando el abuelo y yo vinimos a Capital… uh, qué vieja está, ¿quién carajo es el inquilino que no la cuida?, hay que matarlos a todos. En este país nadie quiere hacer nada.”
Silencio. El párvulo exasperado o ya en otra capa de pensamiento, se para como una tromba, atropellando objetos, cuerpos, miradas inquisidoras. Ante los gritos persistentes de la vieja clamando ayuda para incorporar su fisonomía ruinosa, el joven la sacude y la levanta de un tirón. Inescrutable , espera. El timbre. Ambos bajan, uno haciendo un rictus penoso, escapista, dos, inmiscuyéndose en el entrecejo y en las espaldas de uno, tratando fútilmente de obviar el abismo, como siempre.